Mejor que nosotros
Todos hemos caído más de una vez en la comparación, sobre todo cuando crecimos rodeados de adultos que comparaban y nos comparaban: con los vecinos, los primos, los hermanos, los compañeros de escuela e incluso con ellos mismos cuando tenían nuestra edad.
La
comparación y la falta de autoestima son dos ingredientes que cuando se
combinan causan daños y patrones de conducta difíciles de cambiar.
Un día
crecemos y descubrimos que ese niño de familia perfecta tenía una madre adicta
y un padre ausente emocionalmente; la prima que había tenido un matrimonio
prolijo había sido infeliz todo el tiempo y había estado en tratamiento psiquiátrico;
el abuelo no había sido tan bueno como parecía y la vecina devota había
terminado enfermando por no expresar sus emociones.
Sin embargo,
aunque dejemos de compararnos con familiares y vecinos, nos medimos en logros y
éxitos, en número de seguidores o en la forma en que un emprendimiento
deslumbra y cosecha clientes.
Sobre todo
en esas épocas en que nos sentimos fracasados, perdedores y nuestras cuentas
bancarias permanecen en rojo, nos sometemos
la cruel comparación con quienes aparentan un éxito que nosotros no
alcanzamos.
Solemos
pasar horas viendo canales, páginas, contenidos, fotografías y otras
publicaciones de emprendedores que admiramos, pero que aparentan tener aquello
que nos falta: los recursos adecuados, el equipo de fotografía y vídeo correcto,
la cantidad de clientes o los insumos de mejor calidad. Se nos olvida (aunque lo sepamos) que las
redes sociales son una vidriera que no siempre basa su oferta en la coherencia,
la consciencia, la mirada holística o el manejo sincero del discurso y los
contenidos.
Instagram, sobre todo, es una feria de
vanidades, donde quien se muestra vulnerable, débil, defectuoso o poco feliz,
es rechazado, ignorado o descartado.
Confieso, muchas veces me mantengo en Instagram, porque tengo la
esperanza de que alguna de las personas que
‘ve’ (lo cual no significa prestar atención) termine comprando alguno de
mis libros. Mientras tanto, creo que si
sigo algunos emprendedores con muchas ventas, podré aprender algo. Al final, termino sintiendo que no estoy a la
altura, que (como me dijeron alguna vez en mi primera página web), "mi problema
es que no subo buenas fotos y contenidos interesantes" (de moda).
- Que un emprendedor tenga mejor equipo de fotografía, no significa que sea mejor emprendedor que nosotros.
- Que un emprendedor tenga mejores recursos técnicos y económicos, no significa que sea más talentoso que nosotros.
- Que un emprendedor tenga más seguidores, no significa que tenga más compradores reales.
- Que un emprendedor suba contenidos perfectos, no quiere decir que tenga la capacidad de crearlos por sí mismo. No todos los emprendimientos son unipersonales y muchas familias se apoyan en diferentes tareas para sacar un emprendimiento adelante.
- Que un emprendedor se vaya de vacaciones dos veces al año, no significa necesariamente que las ganancias de su emprendimiento se lo permiten, puede que esté acompañado de la persona que le permite compensar y compartir gastos e inversiones.
- Que un emprendedor muestre un producto de alto valor por su calidad no significa que su atención y dedicación sean tan esmeradas como el producto que ofrece.
- Que un emprendedor publique sobre terapias holísticas no significa que su enfoque sea realmente holístico.
Cada persona es única, con sus debilidades y fortalezas, con sus defectos y virtudes, con sus luces y sombras, con su historia y con su realidad presente, con sus coherencias e incoherencias. Cada persona tiene el nivel de consciencia que está dispuesto a experimentar y desde allí promete, actúa, aparenta, se comunica y vende.
Comparar es
una forma de juzgar y juzgarnos; es un mal hábito que siempre nos llena de frustración,
amargura y decepción.
En los
talleres y cursos de Marketing que he hecho siempre se indica como una buena
práctica observar a otros emprendedores que hacen bien las cosas y les va de
maravillas con su negocio. Discrepo con
esto, porque si yo trato de hacer las cosas como otra persona, no soy yo, y de
alguna manera niego y desconozco mi propia realidad, mi esencia, mis recursos,
mis limitaciones y mi potencial.
El agricultor que pasa demasiado tiempo contemplando campos ajenos, termina descuidando su propio cultivo y se llena de una amargura que desata tormentas y atrae pestes.
Esta semana,
he recibido la lección que necesitaba, sobre la sutil línea que separa la
admiración de la envidia y cómo yo, que me creo tan intuitiva y despierta, me
he dejado obnubilar por un espejismo que me hacía sentir pequeña e ineficiente.
Susannah como emprendedora:
- No soy ni mejor ni peor que nadie, pero trato cada día, de ser una mejor versión de mi misma.
- Aprendo, me adapto, me reinvento, estudio, descubro, experimento, sumo todo lo que signifique brindar algo mejor y quito todo o que ya no esté en sintonía con mi nuevo grado de consciencia.
- Mi nivel de consciencia, mi capacidad de sanar, la manifestación de mi esencia, el grado de coherencia y el equilibrio entre mis cuerpos (mental, emocional, físico y sutil) se transforma cada semana; por lo tanto, mi emprendimiento es un proyecto vivo que refleja las etapas que transito.
- Hago lo mejor que puedo con los recursos que tengo disponibles. Me siento satisfecha conmigo misma porque mi ingenio, mi creatividad y mi inspiración me permiten hacer mucho con poco.
- Sé todo lo que necesita mejorarse y cómo podría mejorarse. Cuando las condiciones sean propicias, dispondré de los recursos necesarios para todas las mejoras.
- Valoro la calidad, más que la cantidad. Valoro la esencia, más que la cáscara. Por eso, cuido siempre, que cada cosa que ofrezco, no solo transmita mi verdadera esencia y lo mejor de mí, sino que también permita que las personas que lo reciben descubran la belleza en sus vidas y en su corazón.
- La conexión que establezco con las personas que llegan a Puentes es genuina y verdadera. No hay máscaras, espejitos de colores o vidrieras con luces de neón. Lo que ves es lo que hay, lo que hay es lo que recibes.
- Cometo errores, más de los que quisiera; pero he aprendido que hay belleza en la imperfección y que equivocarse es parte del proceso de aprendizaje que nunca termina.
- Priorizo los Puentes, por lo tanto, mi deseo es que la experiencia con mis clientes, consultantes o alumnos, nos enriquezca a ambos, más allá de la transacción económica.
De vidrieras y escaparates
Antes de que internet se globalizara, lo inalcanzable estaba siempre detrás de una vidriera en una tienda cara o detrás de una reja alta en la casa de algún empresario exitoso. Con las pantallas, la vida misma se ha convertido en un escaparate, en una vidriera que ostenta lo que no tenemos, lo que creemos que necesitamos, lo que parece mejor que lo nuestro, lo que nos refriega en las narices los logros que nosotros no alcanzamos.
Quienes han trabajado en tiendas sabrán que armar una vidriera es un arte y un
oficio, que consiste en mostrar y poner en valor aquello que el dueño necesita
vender. No siempre lo que se muestra,
con luces, arreglos de alfileres o decoración adicional, termina siendo tal
como lo vemos desde afuera. Si tomamos
el ejemplo de un vestido, a muchas mujeres nos ha pasado, encontrarle detalles
o imperfecciones al mirarlo de cerca o incluso verlo totalmente distinto una
vez que lo usamos frente al espejo. Lo
que había proyectado la vidriera en nuestra mente, rara vez tiene alguna
relación con lo que experimentamos en la
realidad, una vez que compramos.
Como dice el
tango ‘Cafetín de Buenos Aires’, nos
pasamos la vida ‘con la ñata contra el vidrio’, mirando desde afuera esas cosas
que nunca se alcanzan. Quizá, no se
trate de alcanzar lo que está del otro lado de la vidriera o lo que ostenta un
escaparate ajeno; sino de mirarnos en el reflejo del vidrio y descubrir en
nuestro interior aquello que tiene la capacidad de deslumbrar y brillar por sí
mismo.
¿Será que es
más fácil imitar, copiar, admirar o envidiar?
¿Será que nos asusta asumir la valentía de Ser lo que somos y descubrir
todo nuestro potencial?
La respuesta nunca está afuera, siempre, siempre, está adentro.
Susannah
Lorenzo©
Tejedora de
Puentes
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