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¿Quién te ama bien?

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  ¿Quién te ama bien? ¿Quién honra tu alma? ¿Quiénes son tus verdaderos amigos? Muchas personas creen que los buenos amigos son esos que están siempre para las juntadas, los asados, unas buenas cervezas y mucha diversión. Muchas personas están convencidas de que las personas que las aman bien son las que harían lo imposible para mantenerlas eternamente encarnadas en esta existencia. Aquellos que están para fiestas y celebraciones, suelen esquivar los trámites desagradables, los detalles incómodos y los olores nauseabundos de un cuerpo en deterioro.   Pero si estarán para las palabras de honor, la peregrinación pública y el obituario en el diario de la ciudad. Aquellos que aman inmensa y egoístamente y convierten a la persona amada en una razón para vivir, se enojarán con Dios, con la vida e incluso con el mismo muerto, por haberles arrebatado la alegría de sus vidas.   Estarán tan enfocados en su propio dolor y en su padecer, que se aferrarán al cuerpo físic...

Preguntas incómodas

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¿Cómo sería el mundo si al menos el 50% del dinero que se gasta en el negocio del futbol, se invirtiera en educación y cultura? Desde que era una niña pequeña siempre he hecho preguntas incómodas, esas preguntas que una niña buena no debería hacer.   Probablemente, una parte de mí conoce la respuesta y no quiere decirla en voz alta porque me avergüenza que haya tanta mezquindad en nuestra humanidad. Ciudades y países enteros se detienen para sentarse o pararse frente a una pantalla para ver un partido y alentar por su equipo, con la necesidad de llegar a la final, con la premisa de ser los mejores del mundo. Personas comunes que jamás se creen capaces de lograr sus sueños, se suben al sueño colectivo de volverse campeones y vencer incluso a países que no saben donde están geográficamente.   Hay una necesidad primal de ser reconocidos como vencedores, de sentirse superiores al resto y ostentar la cucarda dorada como el mejor novillo de la cuadra.   Personas que apena...

El tiempo que nos resta

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  Hoy recibí la noticia de que murió una persona a la que le tenía mucho cariño en la vecina provincia de San Juan.   Aunque me había sentido rara todo el día, me sorprendió que fuera justamente él.   No lo hubiera imaginado.   Cuando me contaron sobre cómo había fallecido, mi corazón tuvo millones de preguntas: ¿cómo había llegado a esa instancia? Lo había conocido cuando era pequeño, siempre protector de su hermana, golpeado por la vida, las carencias afectivas y económicas.   Luego, lo volví a ver, ya un hombre adulto, cuando me mudé a San Juan.   Siempre me trató amorosamente como si yo fuera familia, aunque técnicamente ya no lo éramos y biológicamente nunca lo habíamos sido. Me había desconectado de él en las redes sociales cuando me mudé a San Luis hace un año, así es que nada sabía de su vida en este último año.   Cuando visité su perfil y pasé más allá de los saludos y condolencias, me encontré con la triste postal del calvario que le habí...