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Mostrando las entradas etiquetadas como crisis

El tiempo que nos resta

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  Hoy recibí la noticia de que murió una persona a la que le tenía mucho cariño en la vecina provincia de San Juan.   Aunque me había sentido rara todo el día, me sorprendió que fuera justamente él.   No lo hubiera imaginado.   Cuando me contaron sobre cómo había fallecido, mi corazón tuvo millones de preguntas: ¿cómo había llegado a esa instancia? Lo había conocido cuando era pequeño, siempre protector de su hermana, golpeado por la vida, las carencias afectivas y económicas.   Luego, lo volví a ver, ya un hombre adulto, cuando me mudé a San Juan.   Siempre me trató amorosamente como si yo fuera familia, aunque técnicamente ya no lo éramos y biológicamente nunca lo habíamos sido. Me había desconectado de él en las redes sociales cuando me mudé a San Luis hace un año, así es que nada sabía de su vida en este último año.   Cuando visité su perfil y pasé más allá de los saludos y condolencias, me encontré con la triste postal del calvario que le habí...

Humanos que todo lo arruinan

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Nos hemos convertido en espectadores, jueces, árbitros y verdugos; con el pensamiento, con la palabra, con actitudes, con indiferencia o con silencio. ¿Qué te hace pensar que eres mejor, más digno y merecedor de vivir en este planeta que la otra mitad de los seres humanos? Nos puebla un enojo creciente y contagioso;   lo sembramos en redes sociales, en las charlas con familia y amigos y lo germinamos en nuestra mente. Todo lo malo que sucede en este planeta es culpa de   grandes grupos de seres humanos ( poco humanos, según muchos ), inconscientes, desconsiderados, egoístas y desalmados. Estamos enojados con quienes talan árboles y ese enojo recae sobre cada uno de los trabajadores (hacheros) que solo se preocupa por llevar el pan a su casa. Estamos enojados con las empresas mineras y petroleras; me pregunto si eres consciente de que sin esas empresas no podrías usar tu celular, no tendrías un vehículo en qué viajar y la mayoría de las modernidades de que disfrutas no ...

Inquilinos argentinos huérfanos de ley

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  Ser inquilino en Argentina es ser tratado como un refugiado de otro país, sin ciudadanía ni derechos. Es ser considerado casi como un prófugo de la justicia con un prontuario de actividades delictivas. Al inquilino se le exige un nivel de sueldo que pocos ganan (quizá quienes trabajan para empresas mineras o petroleras internacionales sí manejan esos niveles) y garantes que tripliquen el valor del canon mensual. Sin embargo, en este país, la mayoría de las personas dedica más del 50% de su sueldo a pagar el alquiler.   Los sueldos de este país o los ingresos de cualquier clase, no se ajustan a valor dólar como el resto de la economía. Buscar alquiler se convierte en una tarea desgastante, deprimente y agobiante.   Si bien con las redes sociales, uno puede acceder a imágenes y a información previa, llena de impotencia darse cuenta que lo que es accesible en cuanto a precios y requisitos, apenas si cumple con lo básico que debería tener una vivienda para vivir digname...

Todos queremos lo que no tenemos

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La persona que tiene que salir a trabajar todos los días en medio de la pandemia, quisiera poder quedarse en su casa y hacer cuarentena. Quien está encerrado en su casa porque su trabajo no es esencial, quiere encontrar un motivo que le permita volver a salir. Quien no puede salir de su casa ni tampoco trabajar, le gustaría tener un sueldo que le permita pagar sus cuentas y comer bien todos los días. Quienes están agobiados del encierro con sus hijos darían lo que fuera por una semana de soledad y silencio. Quienes viven en completa soledad quisieran sentir un abrazo, risas, ruidos y hasta un beso pegoteado de mermelada. Quienes se quejaban de no tener tiempo libre y de no poder disfrutar de su casa y su familia, ahora están pendientes de un futuro incierto, en vez de disfrutar cada momento presente. La mayor parte de las personas tiene su energía y su enfoque puesto en lo que hará cuando termine la dichosa cuarentena. Mientras tanto se dejan ganar por el miedo, la psicosis...

No estamos aquí

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No estamos aquí. Estamos en el pasado, reviviendo todo aquello que extrañamos, lo que tuvimos o no supimos disfrutar. Estamos en el futuro, contando los días que faltan para ser libres otra vez. Estamos en la vida del otro, juzgando sus acciones, creencias y palabras. Estamos pendientes de lo que decide o hace el gobernante de turno, como si él pudiera salvarnos de todo y hacernos felices. Estamos en las redes sociales copiando rutinas de moda y hábitos de influencers que viven a costa de nuestras preferencias adoptadas. Estamos afuera de nosotros, huyendo de nuestros miedos, de los ruidos en nuestra mente, de las emociones que nos perturban, de las ganas que reprimimos, de las verdades que callamos, de las mentiras que nos quitan el sueño. Estamos tan lejos de lo que Realmente somos, que nos sentimos desalmados e insatisfechos. Creemos que la culpa está allí afuera y todo eso justifica nuestro enojo y nuestra rabia, nuestro desdén y nuestra agresividad con los otros. N...

De crisis y culpables

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Nací en septiembre de 1964 en San Juan, Argentina.  Crecí escuchando quejas sobre la crisis económica, el gobierno de turno o el gobierno anterior que dejó su herencia de deudas y arcas vacías.  Si no era la culpa del gobierno de turno, había sido la culpa de los colonizadores españoles, de las invasiones inglesas, de los gauchos flojos, de los inmigrantes que vinieron a quitar lo mucho que había en este país para compartir o del país del norte que condiciona las decisiones de muchos gobiernos latinoamericanos. Como descendiente de inmigrantes españoles que escapaban de la guerra, Franco o la hambruna, me crié con ideas de carencia, esperar lo peor y guardar el postre para días de gloria. En mis 54 años no recuerdo una época de bonanza o de ‘no crisis’, siempre hay alguien reprochando que hubo una época mejor. En mi vida adulta, laboral y profesional, mis únicas épocas de bonanza transcurrieron mientras trabajaba para empresas  o universidades extranjeras (ang...