De extranjeros y ciudadanos

 Turista sí, extranjero no





No sé cómo es vivir en otros países, pero muchas veces me he sentido extranjera en mi propio país.

He vivido mudanzas, bullying y desarraigo desde que tenía cuatro años.  Siempre he sido el bicho raro, la nueva, la de tonada diferente, la que no es parte de ninguna comunidad.  Como dice la canción: no soy de aquí, ni soy de allá.  Incluso en mi provincia natal me he  sentido de la misma manera, por haber vivido tanto tiempo afuera.

Somos país de rivalidades, no solo con otros países vecinos, sino entre provincias  y ciudades.

Sanjuaninos y mendocinos rivalizan, compiten y se hacen zancadillas. Ningún mendocino es bienvenido para trabajar en Neuquén. Incluso dentro de la provincia de Mendoza, un Sanrafaelino o un Malargüino jamás aceptarán que son mendocinos y se han perjudicado entre ciudades de todas las maneras posibles.

Entonces cuando te mudas a una ciudad, eres visto como un invasor, alguien que viene a quitar beneficios a los nacidos en el lugar, alguien que no tiene derecho a desarrollar sus actividades y que recibe advertencias de agoreros y defensores del lugar.  Basta que nuestro número de celular esté precedido por una característica que no es local, para que no nos tengan en cuenta o nos deseen un pronto regreso al lugar de donde vinimos.  Incluso puede pasar que si buscas ayuda, te reclamen el que hayas llegado a una ciudad que no es tuya.

En cualquier lugar de Argentina eres bienvenido como turista, si te hospedas en hoteles, comes en restaurantes y compras artesanías del lugar, además de dar trabajo a guías de turismo y otros emprendedores.

Pero no se te ocurra volver como ‘extranjero’  y querer vivir  en una ciudad que no te vio nacer y donde no tienes ni familia ni amigos.  Entonces te dirán que 'es mejor que te vayas, que no alcanza el trabajo para todos y que ya la situación está mala como para que llegue más gente con quien ‘repartir las riquezas del lugar’.



Tengo este concepto de patria que aprendí en la escuela cuando era niña y me pregunto: ¿acaso no somos todos argentinos? ¿Qué pasó con el federalismo y los versos del himno y otras canciones patrias?

Me preocupa más la gente que pretende vivir del asistencialismo del estado, sin importar en qué ciudad o pueblo viva.

Como ciudadanos de un país vasto y generoso, con dudoso origen (todos compartimos herencias de ancestros inmigrantes mezclados con etnias que ya han perdido su rastro), deberíamos dar la bienvenida a cualquier persona que quiera trabajar, desarrollar sus talentos y aportar su saber y su experiencia en una comunidad.  La mayoría de las empresas exitosas en nuestro país fueron creadas por inmigrantes que llegaron sin nada a un país que necesitaba mano de obra apasionada y eficiente.

Somos muchos los que migramos entre provincias, quizá porque no nos gusta conformarnos ni resignarnos y porque en vez de quejarnos de lo mal que está todo, preferimos intentar algo nuevo en otro lugar diferente.



El mismo bullying que sufría de niña en las escuelas, cada vez que mi familia se mudaba a otra provincia u otra ciudad, es el mismo bullying que sufro cada vez que en mi vida adulta elijo mudarme para empezar otra vez de cero.

Hay un solo lugar del que guardo un recuerdo bonito en mi niñez: el pueblo de Apóstoles.  Quizá desde mi infancia se veía todo bonito y no lo era, pero en ese lugar no me sentí rechazada, sino bienvenida, querida y aceptada; tanto por adultos, como por otros niños.  En ese lugar está inspirado La Tribu de losAbrazos.

Estoy en San Luis desde hace casi tres meses.  No había vivido antes aquí.  Había conocido algunas localidades solo de vacaciones. He visto en las redes sociales como la gente comenta de forma hostil cada vez que alguien anuncia que se mudará a esta provincia o que acaba de mudarse. He sentido la indiferencia y el rechazo por tener la marca de ‘extranjera’. 

A los 56 para 57, la hostilidad, la indiferencia y el rechazo ya no afectan tanto como antes, pero sigue sorprendiendo que nos tratemos así, porque después de todo, nadie tiene el origen asegurado y por pasaporte somos todos argentinos.

Quizá, este país comience a funcionar mejor cuando entendamos el concepto de patria y de cooperativismo, si le va bien al vecino, nos va bien a más personas; hay  suficiente para todos si equitativamente compartimos, distribuimos y bendecimos la siembra propia, ajena y común.

 Susannah Lorenzo

Tejedora de Puentes

Mujer Pensante



 

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