Mientras los peces beben

 

 Pero mira cómo beben los peces en el río

Pero mira cómo beben por ver al Dios nacido

Esos versos son el estribillo de un villancico tradicional.


Me pregunto si muchas personas equivocaron la metáfora.

Siempre me ha sorprendido la cantidad de bebidas alcohólicas que se consume para las Fiestas.

Es común ver en los supermercados carros llenos solo de bebidas y cajones completos de botellas de cerveza.

¿Acaso un cierto estado de ebriedad es condición necesaria para celebrar y disfrutar?

¿Será que una persona alcoholizada cree poder lidiar mejor con emociones intensas y verdades guardadas?

Es como si el circo montado por la sociedad solo pudiera soportarse bajo los efectos estimulantes para algunos y narcóticos para otros, de las bondades del alcohol.

No pretendo ser moralista ni quiero hablar hoy de los efectos nocivos en la salud.

Quiero reflexionar sobre el escapismo de las emociones, sobre la elección de perder consciencia y entrar en un mundo onírico y difuso donde todo aquello que se evita se desata en vendavales incontrolables.



Te invito a animarte, a perderle el miedo al monstruo que crees que vive en el fondo de tu corazón.

Te propongo disfrutar con todos los sentidos despiertos, descubrir la libertad absoluta de sentir y ser desde la claridad de consciencia.

La magia de la Navidad se siente en el corazón, en la mirada limpia de los seres que amamos, en la mano que roza y abraza, en el sabor de la comida preparada con amor, en los detalles de un regalo elegido con sentido y en la emoción de saber que una y otra vez, tu niño interior se regocija por ver a Dios nacido.

Susannah Lorenzo©
Tejedora de Puentes

Nota: si viviera en un lugar frío, bebería té de jengibre, canela y anís; y a la hora de la sobremesa un chocolate o capuchino caliente. Aquí, que hace mucho calor, me gusta beber agua de jengibre con limón o té frío de albahaca y limón.

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