Entre el palo santo y la cerveza

 No milito, no defiendo fanatismos, no enarbolo banderas ni pregono religiones.  No uso la ropa de moda, ni me corto el pelo como todo el mundo lo hace, no soy parte de ningún rebaño y tampoco me hago las uñas esculpidas.

Las redes promueven o condenan llevando a las masas a seguir nuevas tendencias perdiendo individualidad, discernimiento y libertad.

Mi única bandera es la verdad.  Soy coherente en lo que digo, pienso, siento y hago.  Defiendo la verdad pero acepto que cada realidad se ve diferente desde la  perspectiva de quien mira o desde la experiencia de vida de quien observa.

Conozco gente que usa pañuelo verde, es vegana, fuma y para pasarla bien con los amigos necesita de unas cuantas cervezas o un par de Fernet.  No juzgo.  Es su vida, su elección, sus energías, su sendero.

Conozco gente que come asado todos los fines de semana, mira religiosamente futbol de lunes a domingo y se junta con los amigos para hablar de todo lo que está mal.  No juzgo.  Es su vida, su elección, sus energías, su sendero.

Cuido mi dieta, trato de comer sano, liviano y natural.  Mi cuerpo tiene una larga lista de alimentos que no tolera, por lo tanto adapto mi consumo a lo que mi bolsillo me permite y lo que no altera en demasía mi metabolismo.  Tengo semanas en que puedo ser totalmente vegetariana y tengo días en que mi cuerpo aún necesita carne, huevos y siempre queso.  Si tuviera que cazar, probablemente me moriría de hambre, pero también he visto documentales con cámaras de mucha precisión que muestran como las plantas se mueven a lo largo del día y reaccionan al entorno.



Tengo palo santo en mi tienda porque lo compré antes de que estallará el boom de ‘eres mala persona si vendes palo santo’.  Es dinero invertido, es madera cortada hace tiempo y no volverá al árbol, porque yo lo tire a la basura.  Si no lo vendo, no recupero mi inversión y tampoco pago mis cuentas.  Vender palo santo no me hace mala persona.  Juzgar a los demás y condenar sus acciones si me hace mala persona y me aleja de mi camino espiritual.

No tomo alcohol.  En mi heladera duerme desde el año pasado una botella de vino tinto que comencé a tomar por problemas cardíacos.  Mi sistema ya no se lleva bien con el alcohol.  Tampoco tomo gaseosas y en las juntadas, eventos o reuniones sociales, soy el bicho raro que se muere de sed al menos que se asegure de que haya agua mineral o lleve su propia agua de jengibre, como hice alguna vez.

Creo, desde mis prácticas holísticas, que consumir alcohol afecta nuestros sentidos, nuestra percepción y genera falsas sensaciones de placer. Me parece poco coherente que alguien que sea Terapeuta Holística tome alcohol a menudo o se pase de copas para disfrutar un momento con amigos.  Sin embargo, cada quien hace lo que considera oportuno de acuerdo a su nivel de consciencia y el equilibrio que mantenga entre sus chakras y su cuerpo físico.



Si nos volvemos fanáticos por cuidar el planeta y los recursos naturales, entonces, deberíamos prescindir de la tecnología y los aparatos que debemos cambiar cada año porque tenemos que actualizar aplicaciones y redes; los metales e insumos que se usan para fabricar celulares y computadoras, no son justamente recursos renovables.

Si realmente nos vamos a poner la camiseta de la Naturaleza y la Madre Tierra, deberíamos vivir en un lugar aislado, sin antenas ni radiaciones, sin aparatos ni dispositivos, sin televisión ni Netflix; con una huerta orgánica, tejiendo nuestra propia ropa y lavando los platos con cenizas en el lecho del río.



Yo hago lo que puedo, como puedo y cuidando mi equilibro, que seguramente será diferente al equilibro de cualquier otra persona.  Cada quien debe encontrar ese camino medio donde sus emociones, sus actitudes, sus pensamientos y sus palabras forman parte de un mismo idioma y donde su cuerpo se convierte en el Templo que su Alma y Dios habitan.

Condenar, juzgar y señalar no son actitudes adecuadas para un caminante del Sendero de la Luz.  Todo aprendiz o discípulo que se precie de sus aprendizajes, sabrá que el sol brilla para todos y no distingue creencias, color de piel, errores o virtudes.

Debo emplear mi energía en ser la mejor versión posible de este ser humano imperfecto que se esmera cada día por Amar y Respetar el camino y el ritmo de cada caminante.

La rosa sublime en su belleza no se inclina con desdén para criticar al gusano que perfora las hojas que visten su tallo.

Susannah Lorenzo

Tejedora de Puentes

01 de octubre de 2020 




Comentarios

Entradas populares de este blog

La fantasía de Jesús

Enojo justificado

Príncipe de la Paz