White lies / Mentiras piadosas

 Durante esta cuarentena, he sido acusada varias veces de ser demasiado estricta o demasiado correcta, como si hubiera diferentes grados de corrección.  Para mí, algo está bien o está mal; si está regular, es probable que esté más cerca de estar mal que de estar bien. Muchos me dijeron que no trabajaba o no salía de mi casa porque me olvidaba que vivo en Argentina, y que aquí cualquiera 'dibuja' su permiso de circulación y no pasa nada por mentir, en cuanto a las razones para solicitar un permiso que tiene calidad de declaración jurada. Me sugirieron incluso, que podía salir a despachar algún paquete y si me encontraba con un control, podía llevar un bolso de compras y mentir respecto al motivo de la salida, y terminar comprando alguna cosa lejos de casa.


En inglés se llaman mentiras blancas (white lies), esas pequeñas o piadosas mentiras que en teoría no le hacen mal a nadie.  En el país de 'si nadie te ve, hacé lo que te parezca', es común que los niños aprendan de sus padres este comportamiento tan naturalizado.  



Creo que si hay una ley, un decreto o una ordenanza, se debe respetar, me guste o no, porque vivo en este país, en esta provincia y soy una ciudadana intentando defender mis derechos. Claro que he protestado en las redes, por la forma en que se nos ha confinado en nuestras casas, pero estoy lejos de inventar una mentira para salir a despachar una encomienda.


Hace unos días le conté a una de mis nietas que había soñado que se portaba mal y que hacía cosas que luego su mamá había confirmado que eran ciertas.  Cuando se lo conté me trató de 'mentirosa' con mucha liviandad, aún estoy esperando que se disculpe.  Porque dentro de su realidad, de sus relaciones, muchos adultos dicen cosas que luego resultan no ser ciertas, muchas de las personas en su entorno, dicen una cosa pero hacen otra.

Nunca me gustaron las mentiras, ni grandes ni pequeñas, ni blancas ni negras, ni piadosas ni crueles.  La primera vez que descubrí que mi padre me había mentido (por evitar un mal mayor), aún estaba en escuela primaria y sentí que un ídolo caía de su pedestal para no volver a subir nunca más.  Puede que yo alguna vez haya omitido decir algo para no hacer daño, haya guardado silencio o me haya distanciado para no tener que decir la verdad, pero si tengo  que elegir, elijo siempre decir la verdad y nada más que la verdad.

Quienes me conocen bien, lo saben, no miento.  Soy amante y defensora de la verdad absoluta.  Estoy convencida de que nuestras pequeñas actitudes cotidianas influyen en el gran entretejido de nuestra comunidad.  Cuando comencé a estudiar metafísica y psicología del alma en grupos de lectura, uno de mis guías y maestros dijo que cada pueblo tiene el gobernante que merece de acuerdo a su nivel de consciencia.  En ese entonces, Menen era el presidente del país y no me parecía que me representara.  Sin embargo, si uno observa a la mayoría de los habitantes de este pais, son todos practicantes de 'hecha la ley, hecha la trampa', hacen fotocopias de los libros para sus hijos en la oficina del trabajo, cuando nadie los ve, se llevan los materiales de trabajo de la empresa a su casa, falsifican la cantidad de horas que trabajan por día, o venden la ropa de seguridad que reciben cada año por las redes sociales.  En teoría no son robos, es apenas hacer uso de las grandes riquezas que tienen las empresas, porque total, les sobra y no van a notar la diferencia en una resma de papel o una carga de toner. Esa misma gente que toma lo que no es suyo porque al que tiene más hay que vivirlo, es la misma que se queja porque los gobernantes roban de las arcas del estado, mienten en sus declaraciones o quieren vivir del impuesto a la riqueza que deberían pagar los que más producen.



Pero no intento hablar de política, sino de energías, de la responsabilidad de un trabajador o servidor de la luz y cómo nuestras pequeñas decisiones afectan el todo.

Cada día entrego mi trabajo, mi servicio, mis dones y mis talentos a Dios; le pido que me bendiga con su Luz para que yo pueda bendecir a otros. Como Terapeuta Holística debo mantenerme siempre en el Sendero de la Luz y para ello todo cuenta: lo que como, lo que digo, lo que pienso, lo que hago, lo que no hago y qué tan honesta o coherente soy conmigo misma. En realidad, debería ser así para todas las personas, pero creo que el conocimiento y el despertar de la consciencia conllevan un aumento de responsabilidad.  No importa si los vecinos me ven, si el control policial me para y luego me cree o no lo que digo, Dios me ve.  

Se lo digo todo el tiempo a mis nietos, y se lo dije siempre a mis hijos: todo lo que hacemos, pensamos, sentimos y decimos, Dios lo ve, lo escucha y manifiesta realidades en torno a esa realidad interior. Dicho en términos de las Leyes de moda, atraigo lo que soy, manifiesto lo que soy. Si miento, si invento excusas, si me aprovecho de la buena voluntad de alguien, si busco la manera de burlar las leyes, entonces, me estoy moviendo en una zona de grises oscuros que me alejan de la Verdad y la Luz con la que yo pretendo trabajar en cada una de mis prácticas.

Puede que el camino de la honestidad absoluta y de la coherencia existencial sea el menos transitado, el más lento y muchas veces el más difícil.  Sin embargo, la Paz que se siente de saber que obro en total comunión con mis creencias, mis sentimientos y mis pensamientos no tiene precio.

Soy imperfecta, obviamente, por eso aún estoy aquí.  Muchas veces tengo pensamientos que no quisiera tener, muchas veces juzgo a quienes mienten, otras veces siento desde el enojo, la furia o la injusticia; pero cada vez que reconozco y acepto esos sentimientos y pensamientos, trato de regresar a la Luz y al Amor lo más pronto posible.  Es que cuando una se acostumbra a la Paz interior, cualquier sentimiento o pensar que nos quite la paz, nos perturba y nos aleja de lo que realmente somos.



Como mujer de virgo sumamente sensible e intuitiva, sé cuando un proveedor me miente, sé cuando mis hijos o mis nietos mienten, sé cuando un alumno inventa excusas, sé cuando una 'amiga' hace ruido para no decir la verdad.  A veces, puedo jugar a la distraída, hacerme la tonta, para esperar y ver si la persona en cuestión elige decir la verdad.  Luego, cuando el tiempo pasa y las mentiras se multiplican o las personas son incapaces de reconocer la realidad, termino alejándome en silencio; ya que me parece una perdida de tiempo y un desgaste innecesario tener que demostrarle a alguien punto por punto cada una de sus pequeñas y grandes mentiras. En realidad, si lo hago, tarde o temprano, un puente se romperá y la distancia crecerá en nuestros corazones.

Para mí la mentira es un muro, y quien siembra muros, no puede cosechar puentes.

Para mí, la mentira es un juego de palabras peligroso, es como jugar a la Ruleta Rusa con el destino y propiciar con palabras realidades que no queremos en nuestras vidas.


Desde mi espacio, desde mi vida pequeña, sigo sembrando la verdad y la luz, como tantas otras personas dispersas en el mundo.  Algún día, nos encontraremos en el lugar indicado o seremos tantos, que tendremos la suerte de formar una comunidad que merezca gobernantes y destinos acordes.



Susannah Lorenzo

Tejedora de Puentes

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