Sin mala intención

Cuando reclamo a alguna persona su falta de amabilidad, generalmente la excusa es: “lo dije con buena intención”, “no fue con mala intención”, “tampoco es para tanto” o “no me di cuenta”.
Si bien es cierto que muchas personas no eligen ser bruscas, descorteses o poco amigables; la falta de amabilidad resiente la comunicación al punto de que la persona del otro lado no sabe cómo interpretar esa actitud.

Tampoco es obligación de cada persona que encontramos, hacer el esfuerzo de ver más allá de nuestras omisiones para comprender nuestra falta de amabilidad.  Muchas veces interactuamos desde la frustración, el enojo, un mal día, la angustia, el miedo, el malestar físico o simplemente la costumbre de ahorrar tiempo y palabras.
Venir de una familia poco amable o sin gestos de cortesía o buena educación, no es excusa.  No haber ido a la escuela o no haber terminado los estudios, tampoco es una excusa.  Siempre pongo el ejemplo de mi abuela mágica y mi tío favorito, que no fueron a la escuela y sin embargo, eran amables, educados, cultos y respetuosos; tuvieron vidas sufridas y sin embargo tenían siempre una sonrisa y un gesto dulce para compartir.

A través de las redes sociales, el celular, la computadora, whatsapp, los mensajes de texto y otras formas escritas, se ha impuesto una tendencia de ahorrar texto y palabras, como si escribir una oración completa y usar los signos de puntuación fueran a robarnos la mitad del día.  De algún modo, cuando escatimamos en palabras y signos que faciliten la comunicación, estamos dándole a entender a la otra persona que poco nos importa esa comunicación y que probablemente estemos entablando decenas de comunicaciones similares al mismo tiempo.  Aunque llamar a eso ‘comunicación’, no estaría dando crédito al valor de la palabra.

Comunicación:
La comunicación deriva del latín communicatĭo que significa compartir, participar en algo o poner en común.
Es indispensable para la interacción de los individuos y favorece la organización social: la comunicación sirve para reafirmar al individuo al permitirle expresarse y transmitir un mensaje, y al mismo tiempo, influye en la interacción de los grupos sociales que comparten un código común.

Desde esos sentimientos de urgencia, frustración, angustia, miedo, saturación y estrés; tendemos a creer que el mundo es hostil, que las personas nos tratan de mala manera y que la ‘mala onda’ nos persigue donde quiera que vayamos.


No hace falta mucho para ser un poco más amable cada día.  Basta con agregar las palabras: Por favor y Gracias.

En el momento que estamos pidiendo o preguntando algo, agregando la frase ‘por favor’, la persona que recibe la consulta o el pedido, suaviza su semblante y accede desde una posición de comodidad.  Por el contrario, cuando la frase se parece a una orden y carece de amabilidad, predispone negativamente a la otra persona.

Del mismo modo, cuando nos responden, aunque esa información no nos sea útil o no nos convenga, si decimos: ‘gracias’, estamos respetando y valorando el tiempo de la persona que se tomó el tiempo de responder.

Te invito a probar, cuando vayas al almacén, cuando preguntes algo en las redes sociales, cuando pidas un favor, cuando hables con tus seres queridos.  Usa en cada ocasión ‘Por favor’ y  ‘Gracias’, notarás que las otras personas ya no están a la defensiva, que de algún modo están más receptivas y dispuestas a interactuar contigo.
Sonríe, Por favor.
Gracias
Bendiciones
Susie
Susannah Lorenzo
Tejedora de Puentes


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