La Magia de los Hombres

Maga de la Navidad


Llega esta época del año y todos  nos encariñamos con la imagen de Papá Noel.  Mientras miraba una entrevista al Gaucho Noel, de Córdoba, Argentina; pensé en el porqué de esta exclusiva magia masculina.

Que nadie me malentienda, he sido fanática de Navidad desde que comencé a leer cuando era muy pequeña y siempre me gustó la imagen bonachona de Santa Claus y la simpatía de sus renos.

Sin embargo, la buena magia, en las tradiciones y cuentos infantiles, siempre ha pasado por imágenes masculinas.  Quizá, en el momento que surgieron, en épocas de guerra y hambruna, los niños necesitaban cubrir su carencia de figuras paternales que proveyeran todo aquello que ellos deseaban.

O será, que es algo mucho más profundo.  Veamos, en la mayoría de las religiones, son los hombres quienes pueden bendecir, decidir, consagrar y administrar la gracia.   En el libro de William Joyce y Laura Geringer, “Nicolás San Norte y la batalla contra el rey de las pesadillas” (Con el que se hizo la película ‘The Rise of the Guardians’ o ‘El Origen de los Guardianes en algunos países), todos aquellos que defienden los sueños buenos de los niños y que ‘aportan’ algo mágico son: El Mago Ombric, Nicolás San Norte (versión de Santa Claus), el Hombre de la Luna, Sand Man (el hombre dorado de arena), el Conejo de Pascua (originalmente era una liebre en la tradición alemana) y Jack Frost.  La única figura femenina es el Hada de los Dientes (Tooth Fairy), que en las tradiciones europeas es quien se lleva los dientes de leche. Aún en familias muy católicas, es el Niño Jesús quien trae los regalos y luego, por supuesto, los Tres Reyes Magos (The Three Wise Men).  Me pregunto si todas esas coincidencias están relacionadas con el hecho de que los libros sagrados,  los primeros libros de cuentos y los evangelios, fueron escritos por hombres.



En realidad, las mujeres magas, hechiceras o curanderas, fueron relegadas hace muchos años a un lugar oscuro de la mente de todos los niños y por ende, de todos los adultos.   Como siempre digo, las palabras adquieren culturalmente un valor que no necesariamente es el propio.  Si yo me hiciera llamar la Bruja de Navidad, el 99% de las personas imaginarían algo nefasto, oscuro y terrible.  El poder de las mujeres como diosas, hacedoras de magia y portadoras de luz, ha sido combatido, condenado en la hoguera y mancillado en la literatura.

Creo que en esa masculinización de lo sagrado y lo bendito, hemos perdido contacto con la magia innata que la mayoría de las mujeres traen consigo.  El curanderismo ha sido rescatado en muchos países de la mano de mujeres como La Abuela Margarita, pero todavía se transmiten en secreto y con cuidado, las recetas para curar males que la medicina no puede remediar.

En las películas inspiradas por cuentos clásicos de la literatura, (que no tenían nada de infantiles y tiernos, sino que eran iniciáticos) las mujeres capaces de hacer magias son villanas, seres llenos de maldad, resentimiento y oscuridad.  En cierto modo, a través de esas historias, se ha construido una mujer sumisa, buena y dulce, delgada como un junco, vacía de pasiones y con la ingenuidad para creer que la magia y la salvación llegarán siempre de una figura masculina (Dios, un caballero galante, el Rey que todo lo puede o la carta a Papá Noel).


Algunas mujeres hemos aprendido a disimular  la magia que se nos sale por los poros: preparamos galletas y hacemos alquimia en la cocina, hacemos pases mágicos mientras curamos una herida, rezamos en secreto para que alguien sane o servimos una taza de té o un agua de jengibre para limpiar el aura.

En este mundo lleno de furia, violencia, resentimiento, rebeliones, desmanes, guerras y guerrillas; quizá, como dice La Abuela Margarita, los hombres necesitan que las mujeres les enseñen a amar.  Entonces, me imagino Navidades donde las mujeres magas, las brujas azules, las brujas blancas y las curanderas, se vistan de colores brillantes, abran las puertas de sus cocinas y sus salas de descanso para recibir a niños y adultos, con un buzón en la puerta donde lleguen las cartas de quienes tienen rota el alma.

Magas de la Navidad que lean historias, preparen infusiones, chocolatada, postres y comidas de esas que te sanan por dentro.  Brujas de la Navidad que reciban cartas con pedidos urgentes y viajen para hacer pases mágicos allí donde alguien se siente perdido.  Magas de la Navidad que entreguen regalos que duren para toda la vida, o al menos que aniden en sus corazones para sembrar colores en rincones oscuros. Curanderas de la Navidad que miren a los ojos, a los niños llenos de enojo o tristeza.  Abuelas de la Navidad que se tomen el tiempo de responder las cartas que escriben los niños y algunos adultos también. Mujeres hechiceras de la luz que sepan lo que realmente cada niño y cada adulto dolido necesitan.


Las mujeres somos algo más que madres dolientes, abnegadas y dedicadas.  Acaso, ¿no somos las mujeres quienes conseguimos, hacemos  o donamos los regalos para que Papá Noel se lleve todo el crédito?

Necesitamos urgente una Abuela de la Navidad en cada pueblo, una mujer mágica que apapache, abrace, contenga, arrulle, escuche, mire, regale, bendiga y esparza la gracia con su risa contagiosa mientras nos tatúa un beso luminoso en la frente.



Susannah Lorenzo
Tejedora de Puentes
Maga de la Navidad
27 de noviembre, 2019

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