Sobre perros y ovejas





Cada vez que paso meses sin vender un libro, me consuelo pensando que los grandes escritores murieron pobres y solos, y que su reconocimiento y su fama llegaron después de su muerte; o me cuelgo del dicho que dice: ‘nadie es profeta en su tierra’.

Una no escribe para ser famosa, aunque sueñe que sus libros sean aceptados por una editorial y vendidos en todo el mundo.  En realidad, lo que todo escritor necesita es ser leído, sentir que sus textos viven en el corazón del lector y respiran en su mirada.  Lo mismo sucede con quien pinta cuadros o hace esculturas; queremos que nos hagan un lugar en sus casas, en sus corazones y en su tiempo.


Sin embargo, en una era tan ‘individualista’ donde cada quien se ocupa sólo de sí mismo, el individualismo no es más que una fachada para justificar la indiferencia, la falta de compromiso y la incapacidad para relacionarse profundamente con los otros.

Este falso individualismo que hace que cada quien se ocupe sólo de su ombligo y de su celular, se disuelve a la hora de tomar decisiones, elegir y pensar.  En ese momento, somos todos parte de un mismo rebaño, con una necesidad imperiosa de pensar igual que tal o cual grupo, llevar el pañuelo del mismo color que fulano, leer el libro de moda o el libro que compró la vecina, o dejar de escuchar el cantante que me gusta porque la turba ha decretado que es un machista.


Luchamos por el individualismo y la libertad de cada individuo, pero no soportamos que alguien se atreva a ser un individuo diferente a nosotros.

Nos aferramos fervientemente a las formas: a la presencia física de personas, mascotas, edificios, símbolos e íconos religiosos.  Más no aplicamos el mismo fervor y atención para relacionarnos con su esencia, para cultivar la relación, devoción o lazo que nos une.


Cuando la noticia de una muerte, un accidente, un incendio, o cualquier otra manifestación de la destrucción de la forma nos sacude: tenemos tiempo y atención para dedicar.  Compartimos la música de ese cantante que ya habíamos olvidado, las redes se pueblan de bonitas publicaciones, salimos a comprar el último libro antes de que se agote o nos dedicamos a opinar sobre la grandeza de una obra destruida, o compartir una selfie como recuerdo de su importante paso por nuestra vida.

De algún modo, nos ocupamos más de los fantasmas que de lo vivos, más de los animales que de los humanos, más de un pedazo de porcelana que del espíritu, más del templo que del Dios que lo habita.

Una llamada, un gesto, una palabra, un mensaje, un momento compartido, un silencio o una pregunta a tiempo, pueden significar un tesoro sorprendente para quienes deciden cruzar el puente.
Salir del rebaño, animarnos a ser únicos, elegir qué leer, qué escuchar y dónde ir, sin importar lo que diga la gente que me rodea, puede ser un paso importante para la verdadera libertad.

(Creo repetirme en este párrafo.) Si gastáramos el mismo dinero que gastamos en funerales, coronas y flores cuando alguien querido muere, para comprar flores que pueda disfrutar la persona amada y regalarle momentos que pueda sentir; todos moriríamos con paz en el corazón, una sonrisa en los labios y con el cuerpo mucho más sano.


Prestar atención es un acto de amor.  Conocer a la persona que está del otro lado del puente, escucharlo, leerlo, mirarlo y reconocerlo es una forma de honrar su presencia en nuestra vida; es una forma de celebrar cada relación que se genera en nuestra vida.

Cuando juzgamos sin saber, cuando pensamos en responder antes de escuchar, cuando opinamos para no ser menos que nuestros pares, cuando atacamos con palabras porque nos asusta lo desconocido; entonces, nos parecemos bastante al perro callejero que ladra a cualquiera que pasa.

Me pregunto: si esta moda de preocuparnos más por las plantas y los animales, que por los seres humanos, ¿será porque ni las mascotas ni los árboles pueden respondernos y sólo pueden devolvernos su afecto y gratitud?

Quizá, lo que más nos asusta del otro, es el espejo, vernos, encontrarnos en su mirada y aceptar que seguimos siendo pequeños niños asustados buscando aceptación y ternura.
Susie
Susana Lorenzo
22 de abril de 2019



Si aún no lo has hecho, te invito a visitar mi Sala de Lectura.

Si quieres comprar mis libros artesanales antes de que me muera y sea famosa, estarás apoyando la literatura independiente y el trabajo creativo. (Sonrío mientras escribo esta oración.)

Si quieres auspiciar mis trabajos, videos, libros, blogs y contenidos en las redes, tu pequeña contribución, puede cambiar. mi día.




Clip de la película ‘Un secreto de Esperanza’, con la actriz  mexicana Katy Jurado



Comentarios

Entradas populares de este blog

La fantasía de Jesús

Enojo justificado

Príncipe de la Paz