Madres solas / Viudas del sistema
Titulo ‘madres solas’ porque no es lo mismo que madre soltera. Quizá elegimos mal el padre, quizá aceptamos un matrimonio por el buen nombre de la familia, pero un día nos encontramos criando a nuestros hijos, sin cuota alimentaria, sin asistencia del estado y a veces condenadas por familia y amigos. No estábamos preparadas económica ni emocionalmente pero como leonas, salimos a inventar lo que no había, dormimos poco y trabajamos mucho, aprendimos oficios, nos peleamos con machistas que buscaban favores por unas pocas monedas.
Cuando la crianza es así, no hay tiempo para ahorrar, para invertir o asegurar el futuro. Más de la mitad de los ingresos se va en niñeras, empleadas y/o guardería para poder trabajar. La vida se pasa como estrella fugaz, un día los hijos ya no están y estamos así paradas en medio del camino que no lleva a ninguna parte, sin casa, ni tumba, ni auto ni prosperidad. Si a eso se le suma alguna enfermedad que complique el trabajar por cuenta propia, todo parece un callejón sin salida.
A los 50 se es joven, se puede trabajar de muchas cosas, se cuenta con experiencia laboral y de vida que nos permite adaptarnos y desempeñarnos en diferentes roles. Pero para el mercado laboral, no existimos después de los 35 a menos que tengamos influencias políticas o le hagamos el favor a algún señor. Si enviamos un CV a algún aviso (lo hago desde el 2012), sin importar nuestra eficiencia, experiencia, aptitudes y recomendaciones, simplemente nadie responde.
A veces creo que hubiera sido mejor ser viuda, haberse sentido amada, cuidada y protegida y luego tener al menos recursos heredados que nos permitieran tener una vida mejor.
Para el sistema social, endometriosis extendida y prolapso severo no son causa suficiente para una incapacidad y solicitar una pensión. Trabajar por cuenta propia, recorriendo varios kilómetros por día en bicicleta o caminando, termina siendo una tortura y un riesgo.
A los 50 no es tiempo aún de arrumbarse en el rincón de un geriátrico o en el desván de un pariente caritativo. A los 50 aún necesitamos vivir, disfrutar, trabajar, sentirnos dignos, respetados y libres, por sobre todo libres. No se es libre sin trabajo, sin prosperidad, sin vivienda y sin cuidados médicos indispensables. No se es libre cuando no se puede elegir qué comer y cuando.
A los 50 también se es demasiado vieja para ingresar a una congregación religiosa, no importa si una está dispuesta a cocinar, leer, escribir, traducir, aliviar enfermos o simplemente orar por quien lo necesite.
Todo tiene fecha de caducidad.
En la legislación y en nuestras costumbres culturales ha habido siempre un hueco para las madres que crían solas a sus hijos. Ahora descubro que las mujeres de mi edad que llegaron sin nada a los 50, se parecen bastante a las viudas hindúes, que terminan mendigando en la calle y muriendo en vida.
Viudas Hindúes
Desde una profesional de la medicina, hasta algún familiar, he escuchado decir que todo sería mejor si tuviera un ‘macho’ a mi lado, un proveedor que hiciera mi vida más fácil.
¿Y por qué tiene que ser así? ¿Acaso hemos avanzado y ganado terreno en los derechos de la mujer? Creo que no. Claro que me gustaría volver a enamorarme y compartir mi vida con un hombre con quien nos amaramos y nos hiciéramos felices, pero no podría vivir con alguien sólo por techo, comida y alguna otra comodidad (no lo hice siquiera cuando mis hijos eran pequeños).
La vida es injusta.
No todo se soluciona con plegarias, buena onda, buena vibra y actitud positiva.
Susie ©
Febrero 2015
Si no podemos elegir como vivir, al menos deberíamos tener el derecho a morir a nuestro modo, dignamente y con honores.
Cuando la crianza es así, no hay tiempo para ahorrar, para invertir o asegurar el futuro. Más de la mitad de los ingresos se va en niñeras, empleadas y/o guardería para poder trabajar. La vida se pasa como estrella fugaz, un día los hijos ya no están y estamos así paradas en medio del camino que no lleva a ninguna parte, sin casa, ni tumba, ni auto ni prosperidad. Si a eso se le suma alguna enfermedad que complique el trabajar por cuenta propia, todo parece un callejón sin salida.
A los 50 se es joven, se puede trabajar de muchas cosas, se cuenta con experiencia laboral y de vida que nos permite adaptarnos y desempeñarnos en diferentes roles. Pero para el mercado laboral, no existimos después de los 35 a menos que tengamos influencias políticas o le hagamos el favor a algún señor. Si enviamos un CV a algún aviso (lo hago desde el 2012), sin importar nuestra eficiencia, experiencia, aptitudes y recomendaciones, simplemente nadie responde.
A veces creo que hubiera sido mejor ser viuda, haberse sentido amada, cuidada y protegida y luego tener al menos recursos heredados que nos permitieran tener una vida mejor.
Para el sistema social, endometriosis extendida y prolapso severo no son causa suficiente para una incapacidad y solicitar una pensión. Trabajar por cuenta propia, recorriendo varios kilómetros por día en bicicleta o caminando, termina siendo una tortura y un riesgo.
A los 50 no es tiempo aún de arrumbarse en el rincón de un geriátrico o en el desván de un pariente caritativo. A los 50 aún necesitamos vivir, disfrutar, trabajar, sentirnos dignos, respetados y libres, por sobre todo libres. No se es libre sin trabajo, sin prosperidad, sin vivienda y sin cuidados médicos indispensables. No se es libre cuando no se puede elegir qué comer y cuando.
A los 50 también se es demasiado vieja para ingresar a una congregación religiosa, no importa si una está dispuesta a cocinar, leer, escribir, traducir, aliviar enfermos o simplemente orar por quien lo necesite.
Todo tiene fecha de caducidad.
En la legislación y en nuestras costumbres culturales ha habido siempre un hueco para las madres que crían solas a sus hijos. Ahora descubro que las mujeres de mi edad que llegaron sin nada a los 50, se parecen bastante a las viudas hindúes, que terminan mendigando en la calle y muriendo en vida.
Viudas Hindúes
Desde una profesional de la medicina, hasta algún familiar, he escuchado decir que todo sería mejor si tuviera un ‘macho’ a mi lado, un proveedor que hiciera mi vida más fácil.
¿Y por qué tiene que ser así? ¿Acaso hemos avanzado y ganado terreno en los derechos de la mujer? Creo que no. Claro que me gustaría volver a enamorarme y compartir mi vida con un hombre con quien nos amaramos y nos hiciéramos felices, pero no podría vivir con alguien sólo por techo, comida y alguna otra comodidad (no lo hice siquiera cuando mis hijos eran pequeños).
La vida es injusta.
No todo se soluciona con plegarias, buena onda, buena vibra y actitud positiva.
Susie ©
Febrero 2015
Si no podemos elegir como vivir, al menos deberíamos tener el derecho a morir a nuestro modo, dignamente y con honores.
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